domingo, 13 de junio de 2010

1-0 el primer paso

por Toto Imperatore
Suele afirmarse: "los equipos se arman de atrás para adelante". A menudo, lo que en realidad se quiere decir con eso es: "lo primero es asegurar el cero en tu arco, después se ve cómo someter el arco contrario". Los dos enunciados no significan exactamente lo mismo, pero yo no creo a rajatabla ni en uno ni en otro. Creo que los equipos se arman a partir de las certezas, y de ahí en más se procura resolver las incertidumbres. La certeza en la Selección Argentina es el poder de sus delanteros, que cada uno de ellos demostró individualmente en su club (aunque no en la Selección) antes del Mundial. Maradona armó el equipo para contar en cancha con Messi, Tévez e Higuain, y con Verón como alimentador de juego. Hasta ahí, para mí, está todo bien. El partido con Nigeria confirmó que Argentina puede ilusionarse con ese poder ofensivo, aunque no se haya visto reflejado en el marcador.

Los problemas empiezan cuando uno analiza qué respuestas dio Maradona a todo lo demás, es decir, a las incertidumbres. La línea de 3 en defensa no funcionó: jugaron como una línea de 4 a la que le faltaba el marcador de punta derecho. En consecuencia, en la mitad izquierda Samuel y Heinze anduvieron bastante bien, mientras que Demichelis estuvo siempre enfrentado al dilema de cruzar a la derecha, salir lejos o esperar, y falló tupido. Jonás jugó a algo que era imposible: en esas condiciones ser carrilero por derecha era pasar de marcador de punta en la propia línea de fondo a volante de contención y creación por derecha y a delantero de desborde en el fondo rival. Fue superado en defensa, porque Nigeria agredió por ese sector, y del medio para arriba no pudo aportar mucho (tiró 2 centros, batalló constantemente, se ganó una amarilla, hizo un esfuerzo físico descomunal).

Mascherano no jugó en el gran nivel en que suele hacerlo en la Selección. Sin embargo no defraudó. Mostró su personalidad. A menudo se recostó sobre la izquierda, donde contribuyó a solidificar ese sector de la defensa, como si jugara de doble cinco. Pero, ¿quién era el otro cinco? Posicionalmente, se supone que era Verón (sobre todo en el 2do tiempo). El volante de Estudiantes no tuvo un gran partido: aportó a la gestación cuando se enganchó con los de arriba (sobre todo en el 1er tiempo), pero en general el fútbol pasó por él menos de lo esperado. En la contención, que no es su característica, corrió mucho pero ayudó poco. Di María estuvo desperdiciado. Por lo general es un jugador de recorrido largo y ofrece salida y llegada por izquierda. Pero en ese sector, donde Heinze se muestra como descarga cuando Argentina tiene la pelota, y que también Masche frecuenta, estuvo ahogado. Encima los delanteros argentinos, entusiasmados porque la defensa nigeriana parecía permeable a las paredes, no abrían juego hacia las puntas.

Argentina no tuvo salida limpia de abajo. Perdió pelotas en zona defensiva y en torno a mitad de cancha. Cedió una enorme cantidad de laterales defensivos. Con el último cambio (Burdisso por Di María a los 39 del 2do tiempo), el desequilibrio lateral pareció compensarse, porque se formó una línea de 4, Jonás pasó a volante por izquierda donde rindió más, y Maxi Rodríguez (que a los 28 del 2do tiempo había ingresado por Verón, contracturado) aportó más combate en el lado derecho de la zona central. Fueron sólo 10 minutos de partido, muy poco como para juzgar, e incluso en ese lapso Nigeria pudo haber alcanzado el empate.

En el balance, Argentina tuvo la pelota más que Nigeria. Compensó sus pérdidas en defensa y en el medio al  recuperar bastante en campo rival. Por momentos hizo retención de pelota en su propia mitad, donde los nigerianos no salían a presionar salvo que ya estuvieran allí por un ataque anterior. Con la pelota, la circulación ofensiva funcionó. Tévez y Messi bajaban a hacerse del balón. Higuain, que quedaba más adelantado, recuperó varias en retroceso y participó de las maniobras de armado. Los tres rotaban para entrarle a los nigerianos por distintos carriles. Messi se hacía eje de las jugadas, valiéndose de su gambeta y su aceleración incomparables para progresar, y se apoyaba en Tévez, en Verón, en el Pipita, a veces en Di María y al final en Milito (entró por Higuain a los 33 del complemento) para perforar la última línea rival y quedar él o dejar a otros en posiciones netas de gol. Tévez fue quien más sacrificó su rendimiento como delantero, no lució como en el fútbol inglés, pero peleó todas las pelotas que pasaron por su zona y encabezó un contragolpe profundo que Argentina no supo resolver.

Sin embargo hubo un solo gol, y no lo hicieron los delanteros sino un defensor. En jugada preparada, Verón pateó un corner, Samuel cortinó al central nigeriano en el borde del área chica (bah, directamente lo agarró) y le dejó espacio a Heinze, quien fue a buscar de palomita al punto del penal. El Gringo se zambulló bien para cabecear la pelota de abajo y ponerla arriba. Me tapó la boca con su gol, con su aceptable rendimiento defensivo y con el predicamento que tiene frente a sus compañeros, aunque sigue sin inspirarme confianza. La defensa nigeriana dio ventajas por arriba y también Samuel ganó de cabeza en el área contaria.

¿Por qué los delanteros argentinos no concretaron ninguna de las varias situaciones de gol que tuvieron, y que hubieran permitido un triunfo más cómodo? Por pequeños desaciertos de tiempo o de ejecución en la definición, por méritos del arquero nigeriano, por reflejos de último momento de algún defensor.

Creo que Messi pecó de exceso de tecnicismo en varias de sus definiciones, se preocupó más por el efecto, la colocación, la trayectoria de la pelota que por la celeridad de resolución. Si bien es parte de su característica, quizás se obsesionó demasiado con eso y no dio libertad al instinto instantáneo que es la verdadera condición del goleador. Ojalá su momento llegue ahora, superada la tensión del primer partido. Enfrente tuvo a un arquero que le adivinó todo, sacó provecho de cada nanosegundo a favor que le dio Messi, y respondió con un par de atajadas excelentes.

En España se reconoce que en la Liga 2009-2010 los 27 goles de Higuain han sido tan valiosos para el Madrid, en términos de puntos cosechados, como los 34 que Messi anotó para el Barcelona. Allá no se cuestiona el temple del Pipita para anotar goles decisivos. En su corta trayectoria en la Selección Argentina, sin embargo, lo he visto desperdiciar un par de situaciones claras antes de hacerse presente en el marcador. Yo estaba preparado para ver que, bajo la presión del debut, le pasara algo así. No me sorprendió que a los 3 minutos errara frente al palo derecho de Enyeama, aunque sí llamó la atención porque nada más había que elegir la punta y empujarla, mientras el arquero trataba de reacomodarse desesperadamente. Tampoco me sorprendió que en el minuto 20, entrando por derecha, se perdiera un gol que los habladores rentados consideran "increìble". No, Bonadeo, en realidad no era fácil, no ves que la pelota se acelera al tocar el piso frente a él y lo sobrepasa un poco, tiene que pegarle un poco más tarde y más exigido sobre el buen achique del arquero, en quien finalmente rebota el disparo. En el segundo tiempo, a los 20, tuvo la tercera ocasión clarita, al entrar libre por derecha para recibir una asistencia desde el otro sector. Pateó y se la sacó el arquero. Era arriba y no abajo, Pipita. Ésta sí me sorprendió, ahí supe que esa noche él ya no haría un gol.

En síntesis: el partido con Nigeria permite seguir creyendo en nuestros delanteros. Ilusiona lo de Messi. Todo lo demás hay que revisarlo. Si bien Argentina pudo haber goleado, también los africanos pudieron haber empatado. Sobre el final tuvieron 2 muy claritas. Por suerte carecen de un definidor certero como, por ejemplo, lo tiene Costa de Marfil en Drogba. Contra un equipo más fuerte, si damos estas ventajas defensivas somos boleta. Los Niembro, los Elio Rossi, piden sacar a Verón, sacar a Tévez, sacar delanteros para poner defensores. Yo digo que no hay que desmantelar las fortalezas para superar las debilidades, hay que trabajar sobre estas últimas. Maradona, que fue un genial improvisador como futbolista, tendrá que improvisar las respuestas. Diego vive de esa manera, es un presentista absoluto: el pasado es irremediable, el futuro se verá. El plan de trabajo de largo aliento que nos faltó ya no podemos tenerlo, como sí demuestra tenerlo Alemania que hoy goleó. Con todo, el primer paso fue bueno.
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