domingo, 11 de septiembre de 2011

Necesidad y urgencia en el área

por Toto Imperatore
Mi amigo Fede me pasó, con recomendación de lectura, el link a un artículo de la Revista Olé de ayer en el que dos catedráticos universitarios abordan la harto conocida cuestión de la escasez de defensores en el fútbol argentino y la relacionan con la asimetría en los precios que se pagan por delanteros y defensores en el mercado internacional de pases. Me sorprendió un poco la recomendación de Fede, porque en el grupo de amigos que ambos compartimos este tema viene siendo hablado desde hace tiempo, con un nivel de detalle y elaboración que escaea en la nota de Olé. Incluso creo que sus autores pecan de superficialidad, porque si bien para una mirada general de mercado basta con relacionar la composición de la oferta con el estímulo provisto por los precios relativos, los economistas sabemos (quien escribe esto es un economista) que hace falta algo más: ¿cómo es la estructura de la oferta? ¿cómo es la función de producción de jugadores a la que tácitamete haces referencia? ¿quiénes toman las decisiones que (a lo largo de varios años de formación y no en un ciclo de siembra anual) determinan la composición de la oferta?

Si reparamos un poco en estas cuestiones, veremos que la opción entre ser delantero o defensor no depende exclusivamente del gusto de los pibes. Cada vez más fuerte es la gravitación de los padres y los representantes, y de la alianza entre ambos, que se sella a una edad de los pibes cada vez más temprana. Técnicos y dirigentes de clubes han entrecruzado densamente sus intereses con el de los representantes. Para clubes europeos de primer nivel como el Barcelona, el Real o el Manchester United, el modelo de negocio apunta a ganar dinero a través del éxito competitivo, la esponsorización y el merchandising. El trading de jugadores está subordinado a esos objetivos. En cambio, para los clubes de segundo nivel, y sobre todo para los clubes de los países periféricos, el modelo de negocios se centra en el trading de jugadores. Ahí ganan todas las partes interesadas: dinero y poder para dirigentes, representantes y técnicos, dinero y vanidad para padres y jugadores. El modelo de Macri-Bianchi en Boca es un caso mixto, porque apuntó en las dos direcciones, pero está claro que igual Macri buscó ejercer un férreo control sobre el negocio de la detección/formación y trading de jugadores.

Es sabido que se paga más por un delantero que por un volante de creación (Messi o Cristiano Ronaldo, al tope de las cotizaciones, son una mezcla de ambos), por un volante de creación más que por un buen volante de contención y equilibrio como Mascherano, quizás ahí cerca vienen los arqueros si son realmente buenos. Por quienes menos se paga es por los defensores. Y es sabido también que la brecha se ha ensanchado. Hablando genéricamente, el negocio del fútbol necesita técnicos que instrumenten dispositivos tácticos para alcanzar el éxito competitivo, por eso se les paga muy bien a los entrenadores. Pero luego necesita los jugadores excepcionales que rompan el dispositivo rival y anoten. Los equipos (¿las empresas?) que tienen éxito facturan por ganar, pero también facturan por seducir a millones de espectadores, que compran los símbolos del equipo y que cosntituyen la audiencia que atrae a los espónsores. Necesitan jugadores que deslumbren y que emocionen con sus goles.

En Europa, nutrición y formación atlética garantizan jugadores para todos los puestos. En esa población, la proporción de "fantasistas" y delanteros desequilibrantes es menor, como corresponde a su calidad de "elegidos". En Argentina, a falta de similares condiciones de base, son la destreza y las inteligencias corporal-cinética y espacial (Gardner) las cartas de triunfo. El biotipo del futbolista argentino se encogió al ritmo de la hiperdesocupación de los 90 y la crisis de inicios de siglo. Ese impacto se sintió especialmente en la producción de defensores centrales, igual que en la de delanteros centrales grandes del tipo de Crespo y Palermo. El déficit de laterales y/o carrileros, otro mal crónico del fútbol argentino, probablemente viene de más lejos, y me parece que tiene que ver con los espacios en los que nuestros chicos aprenden a jugar, siempre limitados: los poteritos irregulares, ahora las canchas de las escuelitas de fútbol. Parece lógico que Brasil, donde los pibes aprenden a jugar en el espacio ilimitado de las playas, en "picados" que terminan siendo de 15 contra 15, sea el productor de los mejores laterales, con dominio de todo su carril. Los casos de Italia y Francia, que históricamente también han producido grandes laterales, no los conozco.

Supongo que el final del artículo, que pide a toda orquesta la intervención estatal para producir defensores, es un fallido toque humorístico. Si el propósito real era llegar a ese sarcasmo, no hacía falta recurrir a académicos para que escribieran la nota. La asignación universal por hijo, de confuso impacto demográfico e impacto positivo en la escolaridad, no es capaz de influir en la generación de defensores. La promoción general del deporte, si la hay, tampoco da una respuesta específica. El artículo no propone solución alguna. Por los recursos económicos que concentra, la AFA tiene sin duda poder para incidir en los clubes. Intuyo que la solución viene por el lado de clubes que se orienten a la excelencia deportiva y a la educación y formación de niños y jóvenes deportistas, y no al lucro individual de dirigentes e intermediarios. No sé cómo se logra esto. La continuidad de años de crecimiento económico favorece la mejora de la nutrición y la formación atlética de las nuevas generaciones, y de ese modo puede influir en la frecuencia de aparición de los tipos físicos más aptos para las funciones de zagueros y delanteros centrales. Pero esa continuidad, ¿está amenazada?

Creo, sin embargo, que hay novedades en el fútbol argentino. Los defensores que llevó el Sub-20 argentino al mundial de la categoría pintan bien: la pareja de River (Pezzella-González Pirez), la de Independiente (Galeano-Kruspzky), y los pibes de San Lorenzo, Banfield y Arsenal (Martínez, Tagliafico y Nervo) insinúan un recambio generacional esperanzador.