El Botija es un amigo uruguayo que tengo, con quien a veces coincidimos en el transbordador. Unos años atrás transbordábamos juntos y yo justo andaba necesitando una expresión bien uruguaya para retocar un candombe cuya letra acababa de escribir. Así que aproveché para pedirle una sugerencia al Botija: él me propuso la dupla "pica - pan quemado" de las escondidas orientales. La usé, le mostré cómo quedaba, y él me dijo: "¡ahí va!".
El Botija Panquemado y yo volvimos a encontrarnos justo antes de las semifinales. Él transbodaba para tomarse un transfer al aeropuerto, porque se iba a Sudáfrica a ver a la celeste. Yo, por mi parte, ya ni me acuerdo adónde iba. Desde el 0-4 con Alemania andaba medio boleado, sin rumbo fijo... Lo felicité por el campeonato que estaba haciendo la selección uruguaya y él me lo agradeció.
El Botija: Como tú, varios amigos argentinos me expresaron su apoyo. Y yo aprecio mucho los conceptos que han vertido, tanto sobre nuestro seleccionado como sobre el país todo.
Yo: Es cierto, me llama gratamente la atención la simpatía con que se mira en Argentina a la selección uruguaya, sobre todo entre los jóvenes. Bien distante de la rivalidad enconada de los viejos tiempos. A más de uno les escuché decir, después de que quedamos eliminados: "y bueno, ahora por Uruguay"...
Le pregunté qué pálpito tenía para el partido contra Holanda.
El Botija: Veremos... Los que alguna vez hicimos deporte sabemos que, por más difícil que sea un partido, y éste es dificilísimo, una vez que entrás a la cancha son 11 contra 11...
Hizo una pausa el Botija Panquemado, y yo me quedé esperando, porque me di cuenta que tenía ganas de seguir.
El Botija: Sea cual fuere el resultado, lo grandioso que nos pasó en este Mundial es lo contentos que estamos todos por cómo se comportaron el plantel y su cuerpo técnico. Dentro y fuera de la cancha. En nuestras sociedades, el fútbol forma parte de nosotros, de nuestra idiosincrasia, de nuestra cultura, . En el resultado se puede ganar o se puede perder: es deporte y juegan muchísimos factores en ello. Pero, independientemente del resultado, es muy importante como se actúa en la globalidad. Y eso es lo que nos tiene contentos, al menos en esta oportunidad.
Yo: Me hablás de Uruguay y no sé por qué siento que estás tratando de decirme algo sobre Argentina. ¿Es así, o es que estoy demasiado susceptible?
El Botija: No, no quise insinuar nada. Pero reconozco que después del partido Argentina-Alemania estuve tentado en escribirles a mis amigos argentinos, quizás de puro atrevido, para dejarles algunas reflexiones. Al final preferí dejar pasar unos días. Tú sabés que soy de los uruguayos que queremos enormemente a Argentina como país. Tengo muchos amigos argentinos, amigos uruguayos que viven allá, y además me encanta el fútbol argentino y sus jugadores, los de antes y también los de ahora. Salvo que jueguen contra Uruguay, siempre soy hincha incondicional de Argentina.
Yo: ¿Y cuáles eran esas reflexiones tuyas?
No digo que dudé de su declaración de incondicionalidad, pero me puse un poco a la defensiva. Y él, convenientemente, se atajó.
El Botija: Quizás las compartas, quizás no...
Yo: A ver...
El Botija: Ustedes han tenido al mejor jugador de fútbol de todos los tiempos: Maradona fue el mejor no sólo por lo maravilloso que jugaba, sino por lo que trasmitía a sus compañeros, por cómo influía en los contrarios, en el juez, en las tribunas, etcétera, etcétera. Creo que ése, justamente, es vuestro mayor problema: no pueden desprenderse de eso. Salvando las diferencias, aún nosotros no podemos desprendernos del Maracanazo, y pasaron sesenta años.
Yo: De la adoración por Maradona no podremos ni querremos desprendernos nunca...
El Botija: Bueno... salvando las diferencias, aún nosotros no podemos desprendernos del Maracanazo, y ya pasaron sesenta años.
Yo: Es que Diego hizo realidad nuestro sueño de llegar bien arriba y escaparle al destino natural de Argentina en los Mundiales... Que, según mi teoría, en el fútbol moderno es entrar entre los top-8 y punto. Es decir, quedarnos en los cuartos de final.
El Botija: Pero desde que yo recuerdo ustedes siempre aspiraron a lo máximo...
Yo: Eso era lo lógico al principio, cuando ustedes y nosotros nos disputábamos toda la gloria... Pero del 50 en adelante quedamos unos escalones más abajo. Aunque hubo épocas en que prevalecimos en Sudamérica, para volver a ser top-2 a nivel mundial necesitamos de dos circunstancias excepcionales: la localía en el 78 y Maradona-jugador en el 86 y el 90. Con esas circunstancias a favor conseguimos dos títulos y un subcampeonato mundiales. La localía es irrepetible, lo será por varias décadas. Y tener un jugador como Maradona también lo es: no hubo otro como él, y probablemente tampoco lo habrá. ¿Entendés por qué lo idolatramos, y no sólo eso, nos empeñamos en perpetuarlo como hacedor de milagros? Yo estaba en cancha de River cuando los colombianos nos hicieron 5, nos estaban mandando al repechaje con Australia y la gente empezó a cantar Maradoooó Maradoooó. Yo pensaba por favor no canten esto, porque le están pasando a Diego una mochila que él se va a cargar sin calcular el peso. Así se inició el último capítulo de Maradona-jugador en la selección, aquel que terminó con el episodio del doping en el Mundial de Estados Unidos. A fines del 2008 el desempeño de la seleccion declinaba peligrosamente en las eliminatorias, y lo volvimos a llamar como salvador, ahora en la función de DT.
El Botija: Tú conocés bien el principio de Peters... En las organizaciones humanas cada individuo asciende hasta su nivel de incompetencia. O sea, cada vez que alcanza su desempeño óptimo en una tarea lo promueven a otra nueva, hasta que terminan por darle una tarea que lo excede, en la que inevitablemente fracasa. Con Maradona puesto a técnico ese principio vale nítidamente. Aparte, ningún cuadro de fútbol puede realizarse completamente como tal, cuando es más estrella y más marketinero su DT que sus jugadores. ¡Y eso que tienen excelentísimos jugadores! Mas aún, tienen al mejor del mundo en la actualidad.
Yo: La experiencia que vivimos con Maradona en su época de jugador fue fabulosa, un sueño, pero fue distorsionante, porque nos lleva a pensar que el prodigio individual permite sustituir al dedicado esfuerzo de construcción colectiva. Es una visión mesiánica, en la que todo lo que hay que hacer es esperar que el salvador produzca el milagro. En este Mundial repetimos ese modelo mental con Messi, lo esperamos todo de Messi. En el fútbol uruguayo hay episodios milagrosos, pero no son resultado de los superpoderes de un elegido, me parece a mí que son milagros conquistados colectivamente por determinados grupos de personas que se alinearon detrás de una causa.
El Botija: Ya que hablás de distorsión, bo... pretender que Maradona reedite como DT la influencia que tuvo como jugador es el colmo de la distorsión.
Yo: Mirá, de Maradona-técnico hubo cosas que a mí me convencieron. Hablo exclusivamente de la etapa del Mundial, apartando todo lo anterior que no me gustó. Reconozco que me entusiasmé. Me sedujo su idea de los tres delanteros; puso por encima de toda otra consideración ese concepto estratégico que anticipaba que en este Mundial nuestra ventaja diferenciadora era precisamente esa disponibilidad de atacantes que estaban pasando por su momento cumbre. Una audacia que lo alejaba de los tacticistas puros, que son expertos en diseñar esquemas para no jugar a nada. Claro, a partir de eso Diego tenía que armar de adelante para atrás un equipo que respaldara al terceto ofensivo. Apostó a que el equipo terminaría de "aparecer" durante el Mundial pero a medida que los partidos se tornaron decisivos eso no ocurrió.
El Botija: Un DT, además de hacer su trabajo, tiene que ser un referente. El consejo sabio, el conductor en las buenas y en las malas, el motivador, y un ejemplo de conducta para todos, pero especialmente para las generaciones mas jóvenes. Las estrellas deben ser los jugadores, ¡que son los que están en la cancha! Luego de sus tétricas declaraciones en Uruguay al terminar las eliminatorias, Maradona venía bastante bien en la primera parte del Mundial. Pero últimamente ya había perdido de nuevo la línea, y la perdió definitivamente tras la derrota estrepitosa con Alemania.
Yo: A mí me gustó el rol de Maradona como motivador de sus jugadores durante el Mundial. Para ellos Diego fue el ídolo máximo. Es inexperto como entrenador, pero cuenta a su favor el haber participado como jugador en cuatro Mundiales, bueno, digamos en tres Mundiales y medio, una vivencia que muy pocos tienen. Al principio ejerció un estilo de liderazgo participativo, al involucrar a sus compañeros del cuerpo técnico y a los propios futbolistas en las decisiones. Si bien no conocemos toda la intimidad, ese estilo dio señales aparentes de funcionar. Todas esas cosas me hicieron ilusionar hasta que con México las dudas reaparecieron y con Alemania se confirmaron hacia el lado negativo.
El Botija: Amigo, visto de afuera, lo mejor que pueden hacer es dejar a Maradona en el sitial de donde nunca tuvo que haber salido, el de haber sido el mejor jugador de todos los tiempos. Y poner de DT a alguien que, además de conocimientos de fútbol, táctica, estrategia, motivación, etcétera, etcétera, trasmita buenos valores. De última, el fútbol es eso, un juego, donde se pueden trasmitir valores. Jugadores, ustedes tienen de sobra.
Yo: Por supuesto que es una bendición producir jugadores en cantidad y calidad. Pero es algo que, al mismo tiempo, nos induce inconscientemente a acentuar el foco en las virtudes individuales por sobre las colectivas. Diseminados por diferentes equipos y países, nuestros jugadores engordan sus egos a la par de sus billeteras, y luego hay que ponerlos en la Selección Nacional a trabajar juntos en 1 ó 2 días previos a cada partido de la eliminatoria o, con suerte, de algún amistoso FIFA. No dudo que esos muchachos ponen la mejor voluntad del mundo, aman la camiseta argentina, se respetan y hasta se admiran mutuamente. Reconozco el sacrificio que hacen cada vez que viajan a jugar. Pero trabajar juntos, articularse, ser actores y co-gestores de un diseño colectivo, es otra cosa. Dicho sea de paso, encontrar este tipo de cohesión es más la excepción que la regla en cualquier fútbol del mundo, y el equipo que lo logra tiene una carta de triunfo realmente valiosa.
Esta vez fue el Botija Panquemado quien se dio cuenta de que yo tenía más rollo para largar, y tuvo la paciencia de esperar a que yo ordenara mis pensamientos.
Yo: Yo creo que lo primero que tenemos que tener claro es dónde estamos y adónde queremos llegar. El argentino futbolero medio (es decir, la amplia mayoría del país) cree en cada Mundial que Argentina es candidato al título, cuando la verdad ya te la dije: a menos que aparezca una nueva condición excepcional, nuestro destino natural se termina en cuartos. El objetivo debería ser superar ese dintel, o sea entrar entre los 4 mejores. Para mí no tiene sentido encarar un Mundial con el objetivo de salir campeón, porque eso no se puede planificar de antemano. Una vez que estás entre los 4 mejores todo es posible porque en esas instancias las fuerzas están parejas. Reconocer dónde estamos es el primer requisito de la deportividad. Lo segundo que tenemos que tener en claro es que el objetivo sólo podrá alcanzarse mediante la construcción colectiva.
El Botija se fue, apurado por el horario, para proseguir su viaje. Ellos sí estaban entre los 4 semifinalistas, y en esa posición ya todo le parecía posible.
Unos días más tarde volví a encontrarme con él y, con el resultado contra Holanda puesto, le deseé que Uruguay conquistara el tercer puesto contra Alemania. Con un dejo de ironía autoridirigida, agregué: "gánenles y de paso nos explican bien cómo se hace", aunque por entonces ya España había dado una muestra de lo que hacía falta para vencer a los alemanes y, por cierto, se había ocupado de no darles las ventajas que les dio Argentina. La siguiente vez que nos encontramos fue después de que Alemania derrotó a Uruguay, pero la forma en que el equipo uruguayo jugó ese partido fue una muestra cabal de cómo se podía vencer a Alemania. Porque pudieron perfectamente haberlo hecho.