por Toto Imperatore
Alemania desintegró con goles la ilusión argentina y la redujo a un mero espejismo. Los cuartos de final de un Mundial ya son alta competencia. La jerarquía del rival potenció los problemas que Argentina había mostrado en varios partidos anteriores, especialmente contra México, a los que el cuerpo técnico no dio respuestas. La misma alineación que había ganado el partido anterior resultó ser demasiado poca oposición para Alemania. La franja derecha volvió a hacer agua. El medio campo volvió a ser un gran vacío en el que los volantes rivales, en este caso Schweinsteiger secundado por Khediras, movieron los hilos de su equipo. Con Verón y Pastore en el banco, Argentina padeció otra vez la ausencia de volantes de manejo y creación. En consecuencia, Messi tuvo que partir desde atrás del círculo central y hacer recorridos más largos que nunca hasta llegar arriba, ya condenado a una imposible resolución individual de la jugada.
Para buscar un antecedente a este 4-0 tengo que remontarme al Mundial '74. El partido Holanda-Argentina fue parecido a éste, no sólo por el marcador final sino también por haber puesto frente a frente a un equipo con funcionamiento afiatado y un combinado de individualidades, y por la desequivalencia futbolística resultante. No digo que la Alemania actual, que recién asoma, sea comparable a aquella perfecta naranja mecánica. Pero, por otro lado, debo reconocer que en las marquesinas internacionales los actuales integrantes del equipo argentino brillan mucho más que los de aquel entonces.
A pesar de todo no voy a caer ahora en la necrofagia, esa costumbre tan argentina de devorarse a los caídos. No me vengan a decir que faltó un trabajo de años. Es obvio que faltó, porque Maradona lleva 20 meses como DT de la Selección. No se benefició con la continuidad de un proceso anterior, porque cuando agarró el equipo éste languidecía con aquel estilo de circulación periférica, renuente a pasar a la fase ofensiva, que Diego quiso cambiar. La mayor parte de su gestión se consumió en el arduo proceso de clasificación, definido angustiosamente, y el resto fueron amistosos espaciados, algunos irrelevantes. En el último tramo previo al Mundial, la falta de competencia fue presentada como algo deseado, una precaución para evitar lesiones. A lo largo de su gestión Diego tomó decisiones zigzagueantes que lo llevaron a convocar más de un centenar de jugadores. Ahora bien, tampoco hace mucho que Alemania encontró su actual formación y sin embargo mostró funcionar como equipo. Hasta hace un par de meses su capitán y conductor era Ballack, quien se perdió el Mundial por una lesión; quizás esta desgracia terminó por facilitar la eclosión de algo nuevo. Sacando al goleador Klose, al central Friedrich y algún suplente, sus jugadores son muy jóvenes. Podolski tiene experiencia a pesar de sus 25 años, Schweinsteiger apareció como promesa en el Mundial pasado, pero Oezil debutó en el partido amistoso con Argentina a principios de este año y Müller tiene unos pocos meses de titular. Quiero decir: en armar un equipo realmente bueno hay una parte que tiene que ver con tener ideas claras, y otra parte que depende de hallar intérpretes superlativos para materializarlas... en todos los sectores de la cancha.
Maradona llegó al Mundial sin otra alternativa que decidir sobre la marcha, eso ya lo sabíamos incluso antes de empezar a ilusionarnos. Al fin y al cabo, él es un presentista absoluto y vive de esa manera. Tuvo claridad para ver algunas orientaciones estratégicas y ponerlas por encima de la táctica. Ése es su mérito. Los tacticistas puros, e incluyo en este grupo a varios de los personajes que hablan o escriben sobre fútbol en Argentina y también a ciertos técnicos, carecen de pensamiento estratégico. Parten del dibujo táctico y pretenden convencernos que la cuestión se limita a ponerles nombres a los puestos. Me hacen acordar a esos juegos de encastre con los que se entretienen y aprenden los nenes de 2 años.
De ahí en adelante, Diego y sus colaboradores debían completar una estrategia de juego que abarcara a todas las líneas del equipo y, en función de ésta, definir tácticas que hicieran posible que las fortalezas estratégicas se manifestaran. No haberlo hecho es su demérito. El plantel que se lleva a un Mundial debería estar determinado por las decisiones que se toman en el plano estratégico y quizás, accesoriamente, por algunas de las que se toman en el plano táctico. Una vez que el plantel está elegido, la disponibilidad de jugadores pasa a ser una restricción más. En la conducción, a Diego le adjudico otro mérito: el haber introducido un estilo de liderazgo que pareció rendir sus frutos hasta que llegó este duro revés deportivo.
Quizás en el equipo alemán haya mejores condiciones para desarrollar una estrategia de juego y un esquema táctico, porque hay una mayor continuidad conceptual. Intuyo que es así, aunque no estoy completamente seguro de ello: no es el mismo sistema táctico el de la época de Beckenbauer-jugador que los de Beckenbauer-técnico, el de la época de Ballack que el de este Mundial. Pero quizás las diferencias sean menores. Algo similar pasa en Brasil: hay una tradición que trasciende al tiempo. En lenguaje común, "saben a lo que juegan". En Argentina también hay tradición, quién puede discutirlo, pero está cada vez más circunscripta a las destrezas individuales que se transmiten de generación en generación. A nivel Selección el fútbol argentino -el fútbol como sistema de juego y no los jugadores como individuos- tiene problemas de identidad desde hace... más de medio siglo. Je, je, esta es una afirmación osada, porque en el medio hay dos títulos y una final mundiales, y unos cuantos títulos juveniles, pero tengo argumentos para desarrollarla y lo haré en otro momento.
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Esta nueva eliminación mundialista desnuda problemas estructurales del fútbol argentino. Voy a dejar de lado las cuestiones extrafutbolísticas que todos conocemos, desde los dirigentes a los barras bravas, no porque no sean importantes sino porque quiero concentrarme en lo futbolístico. Hace tiempo que Argentina tiene problemas por las bandas, sencillamente porque no surgen laterales en nuestro fútbol. En el mundo, los grandes equipos han sabido resolver el manejo de las bandas. Sin ir más lejos, Alemania tiene hoy a Lahm por derecha, lo vimos dominar su banda a despecho de Di Maria, Maxi y/o Heinze, y recorrió la izquierda con el lateral Boateng y el volante ofensivo Podolski.
Hace tiempo que no producimos zagueros centrales de calidad. Otamendi fue una de las buenas apariciones recientes en ese puesto, aunque en esta Selección jugó de otra cosa. Pero en general no surgen centrales con las virtudes distintivas de los centrales: envergadura y solidez física, justo balance fuerza-velocidad, juego aéreo, reflejos, visión de entorno, inteligencia táctica, temple, personalidad. Los pibitos no quieren ser laterales o zagueros, porque éstos tienen poca cámara en la tele; los padres no quieren que sus hijos jueguen de eso, porque son los puestos menos cotizados. Los cazadores de talentos que trabajan con los representantes casi ni se fijan en ellos, porque sus transferencias son negocios menores.
Con respecto a delanteros, no nos podemos quejar: a Sudáfrica fuimos con una buena dotación. Sin embargo hace tiempo que no vemos surgir centrodelanteros de corte clásico, capaces de exigir en el duelo físico con los defensores rivales, llevárselos de paseo, cabecear en las dos áreas, causar desparramos, salir a participar en la circulación ofensiva y entrar con oportunismo para meterla con cualquier parte del cuerpo, obstruir la salida rival... Maradona llevó a Palermo: el Loco hace buena parte de ese menú y se lo merecía, pero también es cierto que el DT no encontró nada comparable en generaciones más jóvenes. Están muy bien los delanteros pequeños y veloces, pero también hay que tener de los otros para diversificar las opciones.
Hace tiempo que los técnicos de la Selección apenas si pueden trabajar con sus jugadores. Los países que tienen a sus cracks en el extranjero deben enfrentar la renuencia de los clubes a cederlos, que se traduce incluso en presiones directas sobre los futbolistas. Disponen de ellos muy espaciadamente, dentro de los calendarios y las condiciones que la FIFA ha ido reglamentando, sesgadas, como era de esperarse, hacia el interés de los clubes. Los propios seleccionadores nacionales se autolimitan en las convocatorias para no desgastar tanto al jugador. Ante estos obstáculos, deberían sacar el máximo provecho de las fechas de amistosos FIFA. Argentina no lo hizo. Las selecciones sudamericanas necesitan mantenerse fogueadas compitiendo con los europeos, cosa que el extenso calendario de las eliminatorias de CONMEBOL les dificulta. En contraposición a este panorama, los integrantes de la selección germana juegan todos en su propio país; si bien es cierto que la tensión selección-clubes también existe, no es la misma. Hay quienes dicen que hace por lo menos un año que en Alemania tienen la Jabulani, que Adidas desarrolló y fabrica allí, pero no quiero caer en explicaciones que no puedo confirmar y suenan a excusas llorosas.
Con todo esto, tenemos que aceptar que mantener nuestro nivel histórico de top-8 es un buen logro, sólo menoscabado por la goleada que recibimos en la despedida. Como no podemos volver a 1930, para subir a niveles más selectos seguiremos necesitando de condiciones excepcionales, como lo fueron la localía en el 78 (de paso recordemos que al 78 se llegó tras un par de años en que estuvo prohibida la transferencia de jugadores al exterior) o el tener a Maradona en el 86 y el 90. La condición excepcional de este 2010 fue contar con un puñado de los mejores delanteros del mundo en un momento cumbre de sus carreras, y no alcanzó. Al menos, no alcanzó con lo que se hizo en torno a ellos. Bueno, los acontecimientos obligan a pasar a otra cosa. Pasando a otra cosa:
¡¡Fuerza Uruguay!! ... Y a mirar la Copa Davis.
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