por Toto Imperatore
Se siente en el estómago la mordida. No la del yorugua Suárez, sino la de las mandíbulas de la ansiedad, del cuiqui, de los nervios. Una vez más Argentina en la parada más grande. Otra vez Argentina con la posibilidad de jugar una carta de excepcionalidad milagrera que ojalá se manifieste esta tarde sobre la gramilla emparchada del Maracaná.
Después, aparte la anhelada aparición mágica de Messi, que todo lo demás funcione como se comenzó a construir en el partido contra Bélgica y se perfeccionó contra Holanda. La coordinación Manchester City de Zabaleta y Demichelis. La agigantada figura de Garay. El recorrido y la guapeza de Rojito. El sobrehumano despliegue de Masche para bloquear, quitar, distribuir, cambiar de frante, hacer de lanzador o proyectarse él mismo de vez en cuando, y convertirse en líbero delante o detrás de los zagueros centrales para que Sabella, finalmente, pueda tener por momentos la línea de cinco que tanto le gusta.
Que siga igual el incansable auxilio de Biglia, la combinación de sacrificio y descaro del Pocho Lavezzi, la determinación y facilidad para encarar de Enzo Pérez, la redescubierta movilidad del Pipita y, por qué no, alguna estocada de su espada goleadora.
Y, sobre todo, que aparezca la magia del genio, del portento del fútbol mundial del siglo XXI que se ha puesto la ropa de trabajo como si fuera uno más. No te pido mucho, un poco nomás, unos destellos, unas fulguraciones, sabiendo que ese poco es incomparable. Como contra Holanda, cuando dos relámpagos de tu genio pusieron cara a cara con el gol esquivo primero a Palacio y enseguida a Maxi, y casi casi nos eximen de definir el pase a la final en los penales.
Nada distinto necesitamos, más de lo mismo, mucho más de lo mismo para doblegar al cuco que se comió crudos a los brazukas con Scolari y todo, con los superhéroes ficticios David Luiz y Hulk, con su medio equipo que salía a la cancha para tratar de compensar la ausencia de la otra mitad del equipo a lo largo de todo el torneo.
A nosotros no nos va a pasar. Eso pide, eso quiere esta hinchada sufrida y entusiasta. Que se lo merece, pero mucho más se lo merecen esos 23 pibes buenos, esos 23 pibes queribles, esos 23 amigos de todos que defienden nuestros colores en la que en estos momentos es la capital mundial del fútbol.
Nada distinto necesitamos, más de lo mismo, mucho más de lo mismo para doblegar al cuco que se comió crudos a los brazukas con Scolari y todo, con los superhéroes ficticios David Luiz y Hulk, con su medio equipo que salía a la cancha para tratar de compensar la ausencia de la otra mitad del equipo a lo largo de todo el torneo.
A nosotros no nos va a pasar. Eso pide, eso quiere esta hinchada sufrida y entusiasta. Que se lo merece, pero mucho más se lo merecen esos 23 pibes buenos, esos 23 pibes queribles, esos 23 amigos de todos que defienden nuestros colores en la que en estos momentos es la capital mundial del fútbol.
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