viernes, 4 de julio de 2014

Dame un milagro

por Toto Imperatore
La tinta de mis notas se seca antes de llegar a publicarlas. Las especulaciones se desvanecen, los análisis pierden actualidad frente a la realidad incontrastable de los hechos. En fin, exigencias del laburo que me da de comer, y que me deja poco tiempo para hacer otras cosas que tengo ganas de hacer, como atender este blog. Ésta va con la tinta fresca. En un sentido figurado, se entiende, porque ya no escribo con tinta sino con bytes.

Llegó el tiempo en que no basta con superar al rival: ahora también, y sobre todo, hay que bancarse la parada. Y esto vale en primer lugar para Costa Rica, en segundo lugar para Colombia, y también Francia y para Bélgica. Pero en este mundial plebeyo en que parecen haber caducado las aristocracias y cualquiera le hace fuerza a cualquiera, vale también para Brasil y Argentina, por las incertidumbres que han mostrado hasta ahora. Holanda y Alemania son los que parecen tenerla más favorable, al menos en esta ronda.

Ni me quiero acordar lo que sufrimos nosotros contra Suiza. Como equipo, lo más sólido que ofreció la Selección en este Mundial. Pero con su poder ofensivo disminuido, sacrificado para alcanzar ese nuevo equilibrio. Por el minuto 100, cuando Argentina parecía haberse quedado sin piernas (después recuperó en parte su energía), le mandé este sms a un amigo: "Dios danos un milagro" (aclaro que el amigo es un ser humano terrenal, de carne y hueso, yo no tengo el famoso "celular de Dios"). Dios es generoso, y en vez de un milagro nos dio tres: el gol de Ángel Di María, la pelota en el palo, y que el suizo que recibió el rebote la tirara afuera. El tiro libre del final no fue milagro, milagro hubiera sido que después de más de 120 minutos de partido un futbolista consiguiera patear la pelota por encima de la barrera.

De ahora en más ya no vale pensar. Pensar es sufrir por anticipado lo que seguramente vamos a seguir sufriendo. En Argentina no va a aparecer lo que no existe en el plantel que trajo Sabella. Lo que no existe tampoco en lo que Sabella pudo haber traido y no trajo. No hay planteo a discutir, no se puede armar el rompecabezas si las piezas no encajan, si siempre nos está faltando una pieza para alcanzar el ideal de un equipo que sea sólido abajo y que lastime arriba.

El corazón se niega a someterse a lo que ven los ojos, sea la fragilidad defensiva argentina, las dificultades para tener la pelota en otro lugar que no sea la circulación del medio hacia atrás, su falta de desequilibrio ofensivo frente a las defensas cerradas que le presentan los rivales. O se trate de la velocidad de Bélgica para pasar de defensa a ataque en contragolpes punzantes.

Sólo queda soñar y esperar que aparezcan las pequeñas diferencias, los instantáneos raptos de grandeza, la memoria de momentos más brillantes en jugadores que están rindiendo por debajo de su nivel. Y esa estirpe argentina para bancarse la parada.

Sólo nos queda soñar que el jugador de fútbol más prodigioso del planeta tenga lo que se merece. Y lo que se merece el prodigio es... no me animo a decirlo. Vamos a mirar a corto plazo. De acá al sábado, lo que se merece es desmentir la especulación del miedo que dice que Bélgica tiene la fórmula para ganarnos. Lo que se merece es meter a Argentina en el top-4, trascendiendo por primera vez en 24 años su destino histórico natural de no superar el top-8.

Vamos Argentina, sueño, locura, que esto no termina mientras no nos despierten, mientras no nos demuestren lo contrario.

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