lunes, 19 de junio de 2006

Argentina 6 - Serbia y Montenegro 0

por Toto Imperatore
Soy como El Gráfico, salgo con una entrega después de cada partido de Argentina. La fantástica actuación frente a Serbia y Montenegro obliga a ilusionarse. A partir del próximo Mundial Serbia y Montenegro irán separados; entonces ¿se repartirán el 6 a 0, y en la estadística quedaremos 3 a 0 contra Serbia y 3 a 0 contra Montenegro? ¿o Montenegro reclamará el 0 a 0, ya que tenían un solo jugador en el equipo?

Empiezan a disipárseme dudas que a priori tenía sobre el plantel que llevó Pekerman. Me preguntaba si no estaríamos yendo al Mundial 2006 con las estrellas del 2010. Por ejemplo, Messi: ¿no sería demasiado pendejo? ¿no estaríamos pretendiendo mucho de él? ¿teníamos derecho? Dudaba si Saviola estaba al nivel de un Mundial, después de sus últimas temporadas europeas y de haberlo visto en la final de la copa UEFA. Es cierto que había hecho méritos y anotado goles importantes en los partidos que llevaron al Sevilla a esa final, pero en el partido decisivo aportó muy poco. Dudaba sobre Pablito Aimar: todos sabemos que no pasa por su mejor momento. Sobre el propio Riquelme, que venía en un nivel bien alto pero había flaqueado en esa semifinal de la Champions. Sobre el Pato Abbondanzieri, que no había mostrado seguridad atajando para la Selección. Más dudas en el arco si los suplentes son el insípido Franco o el cuasi adolescente Ustari. Más cuando Pekerman desempolvó a jugadores de una actualidad sin brillo, como Burdisso, Cufré, o Scaloni. Más sobre la condición edad-estado físico de Roberto Ayala. Y sobre la de los que venían con lesiones, como Heinze, Mascherano y el mismo Messi (ya en Francia no nos funcionó eso de llevar jugadores “a que se recuperaran” durante el Mundial). ¿Y qué pasaría, toco madera, si necesitáramos reemplazar a Riquelme, Sorín o Mascherano?

Después de lo visto hasta ahora, da para empezar a ilusionarnos. Si miramos lo que han hecho los “candidatos” en los dos partidos iniciales, vemos a un Brasil futbolísticamente ausente, a una Francia en problemas, a una Italia que insinuó algo de fútbol –muy poquito– en el primer partido pero la pasó mal en los dos, a una España… mmhh, hay que esperar hasta mañana para hablar de España. Sin mostrar gran cosa, Alemania ha sido probablemente la más convincente. Si Brasil no juega bien pero igual se va a clasificar, entonces prefiero que gane sus partidos, así se confían y se piensan que con esto les alcanza. Un empate, en cambio, los puede hacer reaccionar. Brasil y Alemania van a ser difíciles en la etapa de eliminación directa. Italia también es jodida, pero se le puede dar toque. A los demás no les tengo miedo.

Lo de Argentina fue grandioso, pero tampoco me voy a subir a la moto.  El partido hay que mirarlo hasta la expulsión de Kezman, después 0-3 y con uno menos Serbia y Montenegro jugó para que Argentina se luciera. Algunos lamentan que las buenas actuaciones de Saviola posterguen las aspiraciones de Tévez. Yo no lo lamento, porque sé que el Conejo en un nivel alto es un jugador como hay pocos en el mundo. Si eso lo deja afuera a Carlitos Tévez, bueno, es un “colateral” como dicen los yanquis: subproducto no deseado de un producto principal muy valioso. La verdad, no esperaba que Saviola alcanzara este nivel en este momento de su carrera, pero bienvenido sea. Lo siento por los que tienden a armar el equipo por cuestiones de simpatía. Claro, Carlitos es un chico simpático. Es muy popular porque genera identificación en los sectores sociales más bajos y porque además goza del cariño de la clase media. Cómo no vamos a quererlo, si ayuda a la clase media (nos ayuda) a apartar el sentimiento inconsciente de culpa por pertenecer a la parte emergente de una sociedad atravesada por la exclusión. Los Carlitos Tévez se criaban en las villas o en los monoblocks mientras nosotros, la cada vez más reducida clase media, derrochábamos a paridad uno a uno y aplaudíamos el desguace del previamente saqueado estado de bienestar que, al menos en teoría, debió haberlos protegido. Y encima el pibe crece, se hace jugador de fútbol, nos da alegrías y no nos echa nada en cara... en vez de llorar desborda alegría, en vez de resentido es un optimista a toda prueba. Cómo no vamos a querer a este villerito (monobloquerito) que supo crecer honrado, cumbiambero, simpático y buen pibe. La figura del villero bueno es muy cómoda porque da pie al argumento de que es el individuo el que gobierna las circunstancias, y permite desechar la idea –tanto más perturbadora porque entonces habría que hacer algo al respecto– de que son las circunstancias las que condicionan al individuo. El ídolo villero nos sirve para demostrar lo tolerantes que somos: no condenamos a nadie por su condición social ("no ves que nos gusta Carlitos Tévez, que se crió en Fuerte Apache"), a quienes condenamos es a los borrachos, drogones, choros o delincuentes que hay en la villa, que desde el prejuicio pensamos que son la mayoría pero, ojo, no son todos. Si no mirá, ahí lo tenés a Carlitos.
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Carlitos entró ansioso y se equivocó bastante hasta que su propio gol lo tranquilizó. Mi amigo Alejandro me dijo que ese gol fue “más argentino” que el segundo. Será por el caño, será por el recurso de defensor (doblemente valorable cuando lo utiliza un delantero) de dejar que el rival controle la pelota perdida y anticipar el lado por el que va a salir para trabar y ganarla de nuevo. Será por la definición perfecta. A mí, sin embargo, me parece que lo más argentino es ese toque casi abusivo, petulante, levemente sobrador del segundo gol. Eso es marca registrada, idiosincrasia. Puede que a las generaciones de la época de Maradona en adelante las deslumbre más la destreza individual, que también es rasgo distintivo del fútbol argentino, pero históricamente “la nuestra” es el toque. Es la combinación de las dos cosas: el toque asociado, y la gambeta (el "dribbling", como también se decía en mi época); pero el toque es fundamental. La vocación por el toque que hace que en un equipo argentino, cuando uno recibe la pelota, los demás se le acerquen, le ofrezcan opciones para el pase en corta o media distancia, mientras que en un equipo europeo se le alejan, le pican para que tire el pelotazo largo. Viene bárbaro que Tévez y Messi hayan entrado, porque así están bien afiladitos. En un Mundial se necesita recambio (cualquiera puede jugar), y Argentina lo tiene de primer nivel.

El partido hay que dividirlo en dos: desde el 1 a 0 hasta la expulsión de Kezman, y de ahí en adelante. Hubo un tramo antes del 1 a 0 que por definición debió ser distinto, pero duró sólo 5 minutos y no se puede analizar. Hasta la expulsión de Kezman, Argentina hizo casi todo bien. El equipo tuvo respuestas para cada uno de los puntos flacos que había mostrado en el debut. Mérito de los jugadores, y sin duda del cuerpo técnico. Maxi Rodríguez, volcado a la izquierda, levantó a alturas insospechadas. Cambiasso volcado a la derecha fue otro bien distinto al del primer partido. Al ayudarlo sus compañeros, en vez de comprometerlo, Burdisso jugó bien. Argentina la jugó en el medio, y cómo, con Riquelme como eje del toque. Saviola funciona a la perfección con Crespo y también con Riquelme. Abbondanzieri, con poco trabajo, respondió con total seguridad cuando fue requerido. Ayala normal. Sorín, Mascherano, Heinze. Todo bárbaro. La expulsión de Kezman fue una consecuencia de la impotencia y la decepción, en definitiva del juego de Argentina.

Después de la expulsión sí, con el el partido bajo control, era el momento para que Tévez se mostrara, para que Messi debutara sin presiones, para que Argentina se floreara. Para que los chiquititos desairaran a los lungos. Si no hubiera habido límite de cambios, era el momento para que entraran todos. Podría haber entrado Palacio para revertir, en condiciones no tan amedrentadoras, la pobre imagen de su debut. Podría haber entrado Cruz para debutar y estar listo para cuando se lo necesite. Daba para todo, el partido. Y, ya que estamos alardeando, hasta podríamos haber hecho desfilar imaginariamente a los argentinos que juegan este Mundial con otras nacionalidades y otras camisetas, pero que también son nuestros: Pernía, Camoranesi, Franco, el Toro Acuña, Trezeguet (nacido en Francia y formado en Platense), y uno o dos que juegan para USA cuyos nombres no me acuerdo... La cantera del fútbol argentino es inagotable.

El triunfo de la primera fecha ante Costa de Marfil se revaloriza. Yo les dije que recién íbamos a saber cuanto valía realmente cuando viéramos a los marfileños jugar contra Holanda. En geodesia, el teodolito necesita un tercer punto de referencia para medir; en fútbol es parecido. Y a Holanda los de Drogba le hicieron fuerza. Pekerman y el cuerpo técnico renovaron su crédito. Lo que no puede ser es que no solucionen el tema de los tapones, que ya costó la lesión de Lucho González. La mística está en marcha, con Diego en el palco. Y con el Pato Fillol chamuyándolo al Pato Abbondanzieri. ¿Lo vieron, en la previa, entrenar en la cancha a los arqueros, con pantaloncito corto y guantes, y salir de la cancha abrazado con Abbondanzieri y con Franco, con el pibe Ustari –que no debe poder creer lo que está viviendo– siguiéndolos pegadito?

Bueno, es lindo quedarse un poco más en la nube, pero en algún momento hay que bajar a tierra y recuperar la cautela. Viene Holanda. Va a ser una prueba más. Un equipo con mejor balance fuerza-velocidad que Serbia y Montenegro. Acaso tan exigentes físicamente como los marfileños. Y probablemente con más futbol. ¿Podrá Argentina armar su toque contra ellos? Viendo Francia-Corea, me pareció que la cancha de Leipzig, donde se jugará el partido, era corta, y eso me preocupó un poco. En fin, ¡aguante Argentina!
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