Me cansé de escuchar boludeces sobre la selección argentina y el partido del sábado pasado, copiosamente intercaladas entre otras tantas boludeces sobre el resto del mundial y la primacía de Nadal sobre Federer, así que me decidí a redactar mi propia boludez. De entre las pocos cosas inteligentes que escuché extraigo este comentario de Miguel Angel Russo: "si Pekerman arma ese cuadrado con Mascherano, Cambiasso, Riquelme y Maxi Rodríguez es porque apuesta a tener la pelota".
El análisis de Russo me pareció una buena lectura de las intenciones de Pekerman. Si realmente ésas eran, el desarrollo del partido las defraudó. Argentina nunca alcanzó a jugar la pelota en el medio. Cuando llegó a posiciones ofensivas y generó jugadas de ataque, fue mayormente con pelotazos frontales para Crespo y Saviola. La inclusión de estos dos en el equipo titular pareció más justificada entonces que nunca: de todos los posibles delanteros y volantes ofensivos que Pekerman llevó a Alemania, ellos son los que más oficio tienen para recibir pelotazos de espaldas al arco rival, bajarlos y convertirlos en pelotas jugables. El oficio del punta europeo. A Crespo, además del oficio, lo ayuda el físico; a Saviola no, pero se las ingenia. Cuando se juega así, los puntas fuerzan a sus marcadores a quedarse abajo, y entonces se genera un espacio delante de los puntas (sería detrás de ellos, pero pasa a ser delante porque están mirando a su propio arco) en el que los volantes que vienen de frente pueden jugar la pelota. Salvo alguna mandada de Sorín, Argentina siempre pasó la mitad de la cancha por arriba, al estilo inglés.
Cuando quiso pasarla jugando por abajo, perdió la pelota, sea porque los marfileños enseguida encimaban para dividirla (y ganarla), o porque se erraban los pases. Así, de pérdidas del balón, se generaron los ataques más peligrosos de Costa de Marfil. Aquí veo la primera luz de peligro: los jugadores argentinos están un segundo más lentos y un par de metros menos precisos de lo que requiere el fútbol de alta competencia. Y también menos fuertes y potentes para la disputa física, y acaso también menos decididos. Ahora, ¿sería que estos chicos no se habían dado cuenta de que estaban en un Mundial, y de que un Mundial exige bordear los límites de las posibilidades de cada uno? ¿O será una brecha que estos jugadores (por dotación genética, por preparación física) no pueden superar?
Se ha oído hasta el cansancio que Costa de Marfil es un equipo físicamente muy exigente. Lo es, pero en todo caso no más que Alemania y Holanda, equipos que siempre plantean un nivel de exigencia física extrema, que Checoslovaquia, y hasta que Ecuador. A un par de ellos habrá que vencer para progresar en esta copa. El fracaso argentino para jugar la pelota en el medio quedó evidenciado con los cambios: ni el promocionado Palacio ni Lucho González modificaron el panorama. Con Lucho, Pekerman habrá pensado que ponía a un jugador más versátil en recuperación y creación (el desarrollo de esa capacidad en él es mérito de Bielsa) pero tampoco le funcionó.
Escucho que se critica a Mascherano, y sin embargo fue el único que recuperó con varios quites de su sello, sobre todo en el primer tiempo, aunque también se plegó a la epidemia de pelotas perdidas y generó su propio contraataque marfileño en el segundo tiempo. El desastre, para mí, fue Cambiasso. No hizo nada ni en generación de juego ni en contención. Burdisso perdió todo el tiempo, pero no se le puede cargar la responsabilidad cuando sus compañeros se la daban a los rivales para que lo pasaran como a poste. El déficit de velocidad-precisión hacía que los argentinos siempre jugaran la pelota exigidos por los marfileños, y se equivocaran. Al ratito de empezar el partido, Sorín quiso progresar por la izquierda, enseguida quedó 1 contra 2, lo apretaron contra la línea y se la sacaron. A Riquelme en otras ocasiones le pasó lo mismo. Los demás no se movían con la suficiente velocidad como para ofrecer opciones al que tenía la pelota, y casi lo obligaban a la gambeta.
Volver al sitio de El Transbordador.El análisis de Russo me pareció una buena lectura de las intenciones de Pekerman. Si realmente ésas eran, el desarrollo del partido las defraudó. Argentina nunca alcanzó a jugar la pelota en el medio. Cuando llegó a posiciones ofensivas y generó jugadas de ataque, fue mayormente con pelotazos frontales para Crespo y Saviola. La inclusión de estos dos en el equipo titular pareció más justificada entonces que nunca: de todos los posibles delanteros y volantes ofensivos que Pekerman llevó a Alemania, ellos son los que más oficio tienen para recibir pelotazos de espaldas al arco rival, bajarlos y convertirlos en pelotas jugables. El oficio del punta europeo. A Crespo, además del oficio, lo ayuda el físico; a Saviola no, pero se las ingenia. Cuando se juega así, los puntas fuerzan a sus marcadores a quedarse abajo, y entonces se genera un espacio delante de los puntas (sería detrás de ellos, pero pasa a ser delante porque están mirando a su propio arco) en el que los volantes que vienen de frente pueden jugar la pelota. Salvo alguna mandada de Sorín, Argentina siempre pasó la mitad de la cancha por arriba, al estilo inglés.
Cuando quiso pasarla jugando por abajo, perdió la pelota, sea porque los marfileños enseguida encimaban para dividirla (y ganarla), o porque se erraban los pases. Así, de pérdidas del balón, se generaron los ataques más peligrosos de Costa de Marfil. Aquí veo la primera luz de peligro: los jugadores argentinos están un segundo más lentos y un par de metros menos precisos de lo que requiere el fútbol de alta competencia. Y también menos fuertes y potentes para la disputa física, y acaso también menos decididos. Ahora, ¿sería que estos chicos no se habían dado cuenta de que estaban en un Mundial, y de que un Mundial exige bordear los límites de las posibilidades de cada uno? ¿O será una brecha que estos jugadores (por dotación genética, por preparación física) no pueden superar?
Se ha oído hasta el cansancio que Costa de Marfil es un equipo físicamente muy exigente. Lo es, pero en todo caso no más que Alemania y Holanda, equipos que siempre plantean un nivel de exigencia física extrema, que Checoslovaquia, y hasta que Ecuador. A un par de ellos habrá que vencer para progresar en esta copa. El fracaso argentino para jugar la pelota en el medio quedó evidenciado con los cambios: ni el promocionado Palacio ni Lucho González modificaron el panorama. Con Lucho, Pekerman habrá pensado que ponía a un jugador más versátil en recuperación y creación (el desarrollo de esa capacidad en él es mérito de Bielsa) pero tampoco le funcionó.
Escucho que se critica a Mascherano, y sin embargo fue el único que recuperó con varios quites de su sello, sobre todo en el primer tiempo, aunque también se plegó a la epidemia de pelotas perdidas y generó su propio contraataque marfileño en el segundo tiempo. El desastre, para mí, fue Cambiasso. No hizo nada ni en generación de juego ni en contención. Burdisso perdió todo el tiempo, pero no se le puede cargar la responsabilidad cuando sus compañeros se la daban a los rivales para que lo pasaran como a poste. El déficit de velocidad-precisión hacía que los argentinos siempre jugaran la pelota exigidos por los marfileños, y se equivocaran. Al ratito de empezar el partido, Sorín quiso progresar por la izquierda, enseguida quedó 1 contra 2, lo apretaron contra la línea y se la sacaron. A Riquelme en otras ocasiones le pasó lo mismo. Los demás no se movían con la suficiente velocidad como para ofrecer opciones al que tenía la pelota, y casi lo obligaban a la gambeta.
Por suerte Ayala, a quien yo hubiera desahuciado por viejo, demostró estar en excelente estado. Argentina pegó y se cargó de amarillas. Heinze jugó bastante bien, pero cometió faltas que contra Alemania, Italia o Brasil hubieran provocado la sanción de penales. Abbondanzieri empezó metiendo miedo: un rechazo con los puños al medio, una pelota pasada que él tardó un siglo en ir a atrapar por su izquierda cuando ya casi aparecía un marfileño que no pasaba por ahí pero como el Pato no iba la fue a buscar. Fueron fallas que se disimularon porque por suerte no tuvieron consecuencias. Después se afirmó hasta convertirse en figura. Otro síntoma: cuando un argentino llevaba la pelota, casi siempre quedaba 1-2. En cambio, cuando un marfileño llevaba la pelota, casi siempre quedaba 1-1 con el argentino que lo presionaba. Argentina no podía conseguir superioridad numérica en el pressing... de hecho no hacía pressing. Tal es el desborde físico de los marfileños que no se la pasan al pie, muerta, sino que se tiran misiles, así que cuando la paran les rebota como 2 metros... yo pensé “acá la recuperamos fácil”, pero sin embargo ningún argentino llegaba a tiempo para aprovechar esa falta de control de los rivales.
Cuando Pekerman metió los cambios, tiró el equipo para atrás: al desaparecer los puntas (cambió a Crespo, un punta, por un media punta; y a Saviola, un media-punta, por un volante), entonces los marfileños se pudieron venir por la franja central y Argentina pasó zozobra. El cambio Aimar por Riquelme sigue siendo incomprensible para mí, está bien que se terminaba el partido y probablemente no tuvo otro objetivo que hacer tiempo, pero sigue siendo extraño que hagan ese cambio. Hoy por hoy, Aimar probablemente no pueda jugar si no está Riquelme (u otro de sus características, si lo hay) en la cancha. Cuándo van a entender que Riquelme es enganche o volante de creación, como quieran llamarlo (y es defensor con la pelota, cuando puede conservarla), Aimar es media punta o a lo sumo enganche-media punta, igual que Palacio, pero no enganche 100%. Y Aimar no retiene la pelota. Saviola, Tévez y Messi son medias puntas, Crespo y Cruz son punta-punta, Maxi Rodríguez es volante con llegada pero no es ni enganche, ni media punta, ni punta. Con estas piezas Pekerman tiene que armar el rompecabezas, pero no cualquiera es intercambiable por cualquiera.
Otro tema de preocupación es, entonces, que Riquelme no parece tener reemplazo a menos que Pekerman invente un esquema sin Riquelme, quizás un ensamble de jugadores con otras características. Yo ese esquema no alcanzo a adivinarlo. Algo parecido le pasa con Mascherano, obviamente el Cuchu está en otra y no veo quién recupera en Argentina si Masche falta. Puede intentar algo con Scaloni por derecha, Maxi Rodríguez algo más atrasado por el medio, qué se yo. Battaglia hubiera venido bien ahí, si es que destacarse en el medio local alcanza... pero no lo trajo. En fin, el triunfo viene bárbaro, pero el partido dejó una bocha de preocupaciones. Habrá que esperar a Serbia y Montenegro, el equipo más alto del mundial, para enfrentarlo con el tercer equipo más petiso y ver qué pasa.
Vi el partido en Chile, en el bar Publicity de Santiago. Éramos unos cuantos argentinos que deliramos con el gol de Crespo y luego cuando Román la puso "en cortada" (así se decía en mi época) para el pique en diagonal del Conejito. El gol de Costa de Marfil lo gritaron en un sector en que había predominio claro de chilenos, cosa que no me gustó, así que cuando Maxi Rodríguez hizo el tercero se los grité en la cara y se lo dediqué fraternalmente "para todos los africanos". Claro, después me di cuenta que lo habían anulado. Corrí el riesgo de que, también fraternalmente, me dijeran que nosotros somos más africanos que ellos, pero yo no tengo problema con eso: tenemos la corrupción de Nigeria, la desocupación del Congo, el default de Uganda, pero en fútbol, como dice Julio Grondona, somos del primer mundo, y eso es lo que a otros les cuesta aceptar.
Esto lo escribí para un grupo de argentinos desperdigados por el país y por el mundo. Los que están lejos de Argentina, ¿cuánto hubieran pagado por recibir la revista Olé? ¿Y cuánto me pagarán por este comentario? Un gran abrazo para todos, y aguante Argentina!
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